lunedì, aprile 03, 2006

Roma y los gatos



En Roma los gatos están en todas partes, gozan del cariño de los romanos desde la antiguedad y también de la protección de la administración que, por medio de leyes que recogen el sentido de la gente, los ampara: tienen derecho a comida, refugio y protección, sin exagerar demasiado podríamos defirnirlos como los reales dueños de la ciudad.

En Roma no es extraño encontrar la tradicional figura de la gattara: la mujer que a diario se va a un lugar habitual donde la esperan los gatos del barrio, que ella llama por su nombre, para llevarles comida.
Es un contraste raro porque Roma es la loba.
La loba que, renegando de su naturaleza cría a Rómulo y Remo; la misma loba, de estirpe canina, cuida a su acérrimo enemigo el gato.
Los gatos son el símbolo de la ciudad y de la forma de ser de sus habitantes.
El romano -como el gato- es doble pero nunca traidor, un poco pelota, perezoso, socarrón pero dotado de noble alma y capaz de gestos de increíble valentía: si así no fuera no tendríamos ni las peliculas de Alberto Sordi ni películas como "Roma città aperta".
Si los Aristogatos hubiera sido ambientada en Roma, en lugar de París, hubiera sido una película extraordinaria.
Entre las capacidades que sin duda se pueden atribuir a los romanos, no sé si también a los gatos, está la síntesis.
El romano medio tiene la habilidad para resumir en una frase conceptos que a otro le llevarían páginas y páginas, supongo que, como consecuencia de esto, un romano nunca llegará a producir un sistema filosófico como a los que estamos acostumbrados a considerar tales, sin embargo cada romano en potencia es Oscar Wilde: tiene una capacidad innata para producir aforismos y frases proverbiales.

Considerando la relación entre la ciudad y sus gatos y la increíble capacidad de síntesis que he descrito resulta interesante una anécdota.



El alcalde de Roma Ernesto Argan (1907) que, teniendo que vérselas con una temporada de estrecheces financieras del Ayuntamiento operó una serie de recortes de balance -entre los que estaba también el del dinero destinado a comprar la comida para los gatos que, entonces como hoy, vivían ente las ruinas- comentó la situación de esta forma:
"Non c'è trippa per gatti".
"No hay callos para gatos".

Me parece verlo:
Es que estamos tan mal que no tenemos dinero ni para darle de comer callos a los gatos... LOS GATOS ¿me entendeis?
[hay que considerar que el último censo ha contabilizado 120.000 gatos libres viviendo en Roma y hoy, para permitir que prosperen mejor se les practica la esterilización, con lo cual se puede deducir que realmente la comida de los gatos supone un gasto bastante elevado]

Esta frase hoy está entre las expresiones y las frases que se pueden utilizar para describir todas las situaciones en que no se puede despilfarrar ningún recurso.